miércoles, 2 de septiembre de 2009

Las titís

La calle estaba deslucida, o por lo menos así le pareció con respecto a sus recuerdos. La verja de la Flia. Cruz había sido mucho más grande, y las tejas rosadas de la casa de su amiga Mariel habían sido lustrosas y brillantes, y no del rojo desleído con que las veía ahora.

Gloria suspiró, se puso el mechón de pelo detrás de la oreja y abrió el portoncito azul. Avanzó por los escalones flanqueados por canteros donde la vegetación nacía salvaje.

La casa de las tías.

Había pasado mucho tiempo desde que la discusión descomunal de la familia cayera como una guillotina que la separó de ese trío.

Más tarde, desprendida de legados que no le pertenecían, pasó a reconsiderar los hechos y tomó la decisión de revertirlos. Era un desperdicio tirar sus años azules por la alcantarilla de estúpidos rencores de otros.

Miró el pino que flanqueaba la puerta. Ése seguía igual. Recordó cuando de muy chiquita el gusanote enorme aquél se desprendió de una hoja y le cayó en el pelo. Había salido gritando como una desaforada y las tres tías se abalanzaron para socorrerla. Una se lo sacó de la cabeza, la otra la upó y la abrazó, la tercera le trajo un chocolatín Águila Saint para calmarla.

Las tías. Con sus escotes pronunciados y senos profusos, uñas largas y rojas, malas palabras.

Le encantaba mirarlas cuando fumaban sus cigarrillos con boquilla, parecían estrellas de cine si no fuera que eran petisas y un poquito regordetas.

Las tías, que se desvivían por entretenerla. Recordaba la vez que sus padres se habían ido al cine y para que no extrañara, una de ellas se trepó a la mesa y empezó a bailar y zapatear.

Y la tía que cuando era bien chiquita le daba el puré, con el ritual del pocito, y el indefectible cuento entre una cucharada y otra. Después de tantos años el amor se seguía colando tan fuerte…

Se le hizo un nudo en la garganta. Tocó el timbre.

Adivinó detrás de los visillos que venían a atender.

Cuando la puerta se abrió no habló. Tan solo abrazó fuerte a la tía que ahora le quedaba tan chiquita entre sus brazos. Llegaron las otras dos y el abrazo dio para las tres, que lo devolvieron fuerte.

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