
Cueva rosada, piel de durazno. La manito de Gabriel acuna un conejito naranja de ojos acuosos mientras le habla de todas las rondas que se arman en las noches titilantes, y de las arienes que vienen a besar a los niños en sus cunas.
El conejito lo escucha.
Gabriel le cuenta también lo que le cuenta su mamá, que el día en que nació vino una sílfide a jalarlo de la cabeza para que saliera más rápido. Después de eso sintió mucho frío, tanto, que le hizo pichí en la cara al doctor.
De la serie “Sapos y Princesas”
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