En Florencia, las casas ocres de celosías de madera y tejados rojos se enciman y entrecruzan en calles angostas que caracolean.
Bajando por la ciudad llego al Ponte Vecchio, una gran galería con tres grandesarcos en el medio que se abren al Arno. En sus costados, las pequeñas construcciones de colores que antes eran viviendas y hoy son joyerías y tiendas de anticuarios parecen casitas colgadas.
La belleza del Ponte Vecchio tiene ecos del medioevo y me despierta un sentimiento de añoranza y anhelo.
De la serie “On the road”
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